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¿Qué es DesBordes?

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Des
      Bordes
Historias de locura, manía y depresión en las artes escénicas y performances contemporáneas
DesBordes es el proyecto de graduación de María Evangelina Vázquez para la Especialización en Curaduría de Arte Contemporáneo de la Universidad del Salvador.

      DesBordes es una muestra artística que vincula el arte y el teatro con la salud mental. En estas obras podremos conocer varias historias relacionadas con lo que la sociedad suele llamar “locura” (con la manía, el suicido o la depresión). Muchas de estas obras fueron tomadas de casos reales. Sabemos que la noción de “locura” va cambiando de acuerdo con las épocas y los contextos y que hay quienes han sido recluidos por locos en otros tiempos, y que hoy serían consideradas personas sanas.

 

      Sabemos que la locura tiene sus ambivalencias, sus zonas de conflicto y contradicciones y que la palabra dista mucho de tener un significado homogéneo, aún así utilizamos esta palabra para referirnos a los trastornos de la mente.

 

       Carla Pollacchi es Camille Claudel, la escultora y amante del artista Auguste Rodin, que pasó años en un psiquiátrico. Niki Goldin es Sarah Kane, la dramaturga que luchó contra la depresión y terminó en suicidio. Marcelo Moncarz es Jorge Barón Biza, el escritor que también se quitó la vida, cuya familia estaba atravesada por la tragedia. Joaquín Gómez es Von Kleist, el escritor romántico que deseaba morir de un disparo y lo llevó a cabo; Lupe Iñiguez es Henriette, su compañera que partió junto con él. Guadalupe Berrino es Marisa Wagner, la poeta argentina que estuvo internada en un hospicio, cuya madre nunca la fue a visitar. Graciela Clusó nos entrega un relato extraído de Las voces del laberinto: es una madre desesperada por la esquizofrenia de su hijo. Lorena Idigoras toma la voz de Alejandra Pizarnik y recrea uno de sus poemas, donde nos habla de la “lúgubre manía de vivir”.

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      Hay otros relatos de la muestra que son historias ficcionales, no por ello menos verdaderas. Malena Figó encarna una mujer deprimida que no puede despegarse del sillón. Nicolás Asprella es un artista que pinta ángeles, el hijo de una familia que lo señala como loco y pirómano. Laura Esses es la “trastornada”, quien sufre la miseria en su corazón y encuentra alivio al poder cantarla. Las obras del artista plástico Esteban Wozniuk nos hablan del desborde, el encierro y los dolores del alma.

 

        La muestra presenta videos de 13 artistas que fueron convocados para el trabajo de María Evangelina Vázquez para su graduación del posgrado de Especialización en Curaduría de Arte Contemporáneo en la Universidad del Salvador (2021). El primero de los videos es una recopilación y edición de todos los trabajos con una duración total de 40 minutos. El resto de los videos de la grilla se presenta en su formato completo, sin edición. Con la música de Sebastián Volco como separador, las escenas de DesBordes se presentan a modo de patchwork.

       En DesBordes encontrarán las obras de los siguientes  artistas/actores: Nicolás Asprella, Guadalupe Berrino, Graciela Clusó, Laura Esses, Malena Figó, Niki Goldin, Joaquín Gómez, Lorena Idigoras, Lupe Iñiguez, Marcelo Moncarz, Carla Pollacchi, Milly Vázquez, Esteban Wozniuk.

Palabras de la curadora:

Propuesta

     Durante 2020, con la cuarentena, se agudizaron los trastornos mentales de una buena parte de la población. El aislamiento y la distancia social pusieron en evidencia que el ser humano necesita del contacto con otros para preservar su salud mental. Las redes, la comunicación virtual, fueron paliativos que muchas veces no alcanzaron a reemplazar la presencia física de otras personas. En este contexto, me pareció oportuno proponer como proyecto de graduación un trabajo sobre obras teatrales y performáticas que aborden la cuestión de los trastornos mentales.

     Me gustaría referirme aquí al concepto de teatro que Jacques Rancière toma de diversos autores:  el teatro es una forma comunitaria ejemplar: “conlleva una idea de comunidad como presencia en sí, opuesta a la distancia de la representación. […] El teatro es una asamblea en la que la gente del pueblo toma conciencia de su situación y discute sus intereses”. Siguiendo esta idea de teatro como asamblea, me parece propicio proponer las obras teatrales que presento en esta muestra como punto de partida para discutir problemáticas sociales: la toma de conciencia a través del arte se vuelve un acto fundamental.

      Mi trabajo como crítica teatral en medios independientes me aportó un amplio conocimiento de las artes escénicas actuales en Buenos Aires. Me propuse contactar a artistas cuya obra valoro y que tiene algo para decir sobre los trastornos mentales  habituales en la sociedad contemporánea. Gran parte de la población consume psicofármacos, pero pocos lo admiten. Se requiere de un gran acto de franqueza para hablar de los padecimientos de la mente, corriendo riesgos. El primer riesgo que se corre es el de ser discriminado, señalado, aislado, estigmatizado.

        De las enfermedades del cuerpo solemos hablar con tranquilidad. Pero los trastornos mentales siguen siendo un tema tabú. Todos pueden reírse de una película como Mejor…imposible, donde el protagonista, encarnado por Jack Nicholson, sufre del trastorno obsesivo-compulsivo. Pero ¿qué nos sucede con obras que nos hablan de la locura en forma descarnada y nos muestran su peor costado? ¿Cuánto podemos tolerar al ver estas formas de abyección de la mente humana?

Al contactar a los artistas me pregunté cuál sería la mejor manera de exponer sus trabajos, dado que la pandemia impide el contacto presencial. Mi idea fue pedirles a todos ellos que graben videos de sus interpretaciones en sus casas. En el 2020 los artistas han demostrado que pueden convertir sus casas en escenarios, que la barrera entre lo público y lo privado se ha levantado, que un espacio íntimo también puede ofrecerse ante la mirada del público.

    Siguiendo al crítico teatral Jorge Dubatti, podemos pensar que estamos ante una muestra tecnovivial. En 2020 muchos artistas de las artes escénicas han recurrido a la video-performance y el video-teatro para hacer teatro a la distancia. Algo que resulta imposible a primera vista, porque según Dubatti, carece de uno de los tres pilares de todo acontecimiento teatral, consistente en Convivio+ Poiesis corporal+ Expectación. La poiesis corporal sigue estando, al igual que los espectadores, pero el convivio, que es la reunión de cuerpos presentes, es reemplazado por el tecnovivio (reunión con mediaciones tecnológicas).

    El tecnovivio se convierte en punto de partida de diversas prácticas artísticas a través de la pantalla y se crean así nuevas poéticas. Serían formas híbridas o liminales, fronterizas, entendiendo lo liminal no sólo como límite sino como lugar de pasaje, frontera o puente. En estas formas se conjugan los elementos propios del teatro con elementos provenientes del cine, del video-arte y la performance.

Así, el teatro se convierte en video-performance y en video-teatro. Este trabajo de curaduría se transformó entonces, también en una exploración de estas nuevas formas liminales de arte que surgen en el contexto de pandemia. Ante este desafío, los artistas respondieron con gran creatividad, poniendo el cuerpo, como hacen siempre, solo que ahora lo han hecho a la distancia, pero con la misma entrega y la misma pasión.

     Es interesante pensar que la actual muestra explora los conceptos de bordes y desbordes, desde dos puntos de vista. Un borde sería la frontera divisoria entre locura y cordura (un límite que no es tan fácil de establecer). Se habla a menudo de la persona “border” como aquella que no podemos definir como absolutamente sana ni absolutamente loca. Un segundo borde sería el que diferencia a las distintas prácticas artísticas (performance, teatro, cine). Como vemos en esta muestra, hay artistas que recurren cada vez más a nuevas prácticas fronterizas entre géneros, para producir sus obras. El “loco”, como una persona desbordada, tiene semejanza al artista que también desborda hoy las fronteras entre los géneros y nos ofrece un arte que solo podremos definir como “liminal”. Quizás el desafío, para los artistas, consiste en bordear las zonas oscuras del propio ser, sin hundirse en ellas.

     Si pensamos que el espectador es la otra mitad de la obra, cabe plantearse hasta qué punto se permitirá el espectador verse reconocido en estas otras mitades que son las obras de la presente muestra. Como diría el autor de La actualidad de lo bello, el arte invita a detenerse, a demorarse y en este tiempo detenido de la pandemia, los artistas también nos invitan a alejarnos un poco del fluir del tiempo cotidiano y adentrarnos en ese tiempo sin límites al que nos abre una obra de arte.

     Según Giorgio Agamben, “en la obra de arte, el espectador se ve a Sí mismo como Otro, su propio ser-por-sí mismo como ser-fuera-de-sí mismo”. Esta idea anima, en cierto modo mi trabajo, que posee la intención de que los espectadores vean reflejadas partes de sí mismos en las obras que aquí se presentan, pero viendo también en ellas una alteridad. El artista Christian Boltanski dice algo similar de manera metafórica: “Hay algo que me interesa mucho y es el paso de lo personal a lo colectivo. En alguna época solía contar una historia: el artista es alguien que tiene un espejo en el lugar del rostro, y cada vez que alguien lo ve, piensa ‘soy yo’”.

       El camino del espectador no está señalado de antemano: la obra de arte nos abre a ese desgarro, de forma inesperada, que a su vez nos despierta a otro tiempo (ese tiempo que se detiene para que el encuentro con el arte se produzca). Es en este quiebre donde se sitúa el espectador que, al verse reflejado, pero distorsionado, será como un Narciso: se verá a sí mismo, aunque pensando que ese yo es otro. El arte como experiencia de reconocimiento, pero también de extrañamiento.

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